DE SUEÑO A PESADILLA II: EL REENCUENTRO

Cuando Laura se fue de casa me quedé en la cama hasta que tuve que ir al baño. Fue como si, de improviso, me vinieran ganas de orinar. Tan súbito fue, que tuve que ir casi corriendo. Oriné y me quedé un largo rato sentada en el inodoro, con las manos en la cara. Después me metí en la ducha y dejé que el agua corriera y me limpiara hasta que la piel de las manos quedó arrugada. Quería que el agua se llevara todo.

Me sequé y me metí directamente en la cama, enfundada en un pijama a pesar de que hacía calor. No me desperté hasta el otro día al mediodía y ahí lo único que hice fue llamar al trabajo y dar parte de enferma.

Recién dos días después salí de casa y fue para ir a trabajar. No es que estuviera lastimada: apenas algunas marcas en tetas, brazos y piernas pero ni siquiera eran moretones. Apenas huellas, que solamente yo podía definir, de los dientes, dedos y uñas de Laura. Por ejemplo, un poco arriba y un poco abajo de mi pezón izquierdo se veían marcas apenas rojizas. Tratando de revivir lo que había pasado, ahora creía que fue una de las tantas veces que me mordió las tetas, más precisamente cuando ella luchaba por evitar que le hundiera dos dedos en la concha. Creo que esa vez me hizo gritar pero, en vez de aflojar, le apuñale la concha y le saque un alarido.
O la parte interna de mis muslos, que todavía estaba enrojecida, por los roces de su cara y lengua cuando hicimos el último 69.

Durante los días siguientes traté de no pensar, pero en los ratos libres del trabajo no podía evitarlo. No es que recordara lo que habíamos hecho. La verdad es que durante varios días en lo único que pensaba era en cómo se me había ocurrido hacer lo que hice. Sentía vergüenza, bronca y hasta asco.

Las primeras escenas vinieron durante el sueño y recién después durante el día. Eran como fogonazos, cada vez más vividos, de nosotras, entrelazadas, devorándonos, cogiéndonos, matándonos, fundiéndonos, penetrándonos, violándonos…no sé, no sé cómo describirlo.

Al principio me resistí, furiosa por recordar hasta donde había llegado. Una noche, a la semana justa de nuestro encuentro, el sueño fue tan intenso que desperté bañada en sudor, me saqué la bombacha y la remera que usaba de pijama y, ya desnuda, me abracé a la almohada, la apreté contra mis tetas y mi concha y me revolqué en la cama hasta venirme en un violento orgasmo. Después me quede dormida abrazada a la almohada y atravesada en la cama.

Dos días después tuve que ir prácticamente corriendo al baño de la oficina para hacerme una paja, tan desesperada estaba de lo que se me venía a la mente.

A todo esto, Laura no había dado señales de vida.
A diferencia de la primera vez, habíamos terminado muy mal.
La verdad es que quería que cogiéramos otra vez. No podíamos quedar así.
El siguiente paso en mi descenso al infierno fue ponerme a mirar videos de lucha femenina en la PC, hasta llegar a pasar seis horas seguidas buscando en Internet, harta de encontrar siempre las mismas cosas, hasta que me encontré con un video francés.

Era la típica pelea por un tipo, que estaba presente en la escena. Un rubia teñida de pelo largo y una morocha de pelo corto estilo paje se agarraron y terminaron casi totalmente desnudas, salvo las medias. Desde el primer minuto gritaban como locas. La pelea duró doce minutos y al final se agarraron de los pelos, zamarreándose en forma tan furiosa que terminaron revolcándose de un lado a otro, pataleando, gritando y llorando como desaforadas, hasta que el tipo las separó.

Calculo que fue toda pura actuación, porque no se las veía lastimadas, pero gritaban y lloraban histéricamente y parecía que se querían matar.

Debo haber mirado el minuto final unas diez veces y, por supuesto, me pajee pensando que éramos Laura y yo, pero que no nos separaban, sino que terminábamos cogiendo y acabándonos hasta no querer más.

Justamente, me vino que a la mente que en nuestro último encuentro nos había pasado eso: no hubo ningún tipo, pero algo nos había separado. Algo nos detuvo antes del final.
después de pajearme le mandé un mail con el link del video diciéndole que quería hacer lo que ahí se veía, pero sin nadie que nos separe. “Quiero que nos agarremos en un lugar donde nadie se meta. Quiero hacerte gritar y llorar como nunca soñaste hacerlo. Quiero fajarte y cogerte, sin pensar en si alguien escucha o si se van a meter a preguntar que estamos haciendo”.

Dos días después me llegó la respuesta: “mira esto y después hablemos por Skype, hoy a las seis  de la tarde” y me pasó sus datos de contacto.

Esto era el link a otro video y lo que vi fue una revelación:

Era el equilibrio de dolor y placer que estábamos buscando.
Ni dos tímidas muchachitas que disimulan y fingen que sólo quieren probar sus fuerzas, ni dos locas matándose con riesgo de quedar desfiguradas.

La charla en Skype fue muy rápida.

Quedamos para el próximo domingo, que era feriado largo, en mi casa, a las diez de la mañana, con las uñas cortas, sin maquillaje, sólo crema para tener la piel bien suave.

En el video, las hembras tenían medias y tacos, pero nosotras íbamos a arrancar en pelo.
Nos calentaba imaginarnos en total desnudez.
Quisimos que fuera el domingo desde la mañana, a las diez, porque soñábamos con agarrarnos durante todo el día y quizás los siguientes, dándonos por todo el departamento. Además, con el asunto del feriado largo, no iba a haber nadie en el edificio.

Era el mejor día para las dos, pero recién era miércoles, así que la fecha se fue acercando lentamente, cruzándonos fotos desnudas, mostrándonos, como diciéndole a la otra “mira lo que vas a tener a tu disposición…¿te bancas tanta hembra?”

El jueves a la noche Laura me mandó un vídeo de dos chicas, casi adolescentes, una rubia y otra morocha. Duraba menos de cinco minutos, en los que se las veía en bolas tiradas en el piso retorciéndose conchas y tetas y gritando,  con los rostros contraídos de dolor y rabia, hasta que se soltaron y la imagen quedó congelada.

“Vi esto y termine en bolas, boca abajo en la cama, acabándome con tres dedos en la concha, mordiendo la almohada para no gritar”, decía en el mensaje que acompañaba el video.
Me calentó mal que se pajeara así por dos pendejas, como diciéndome que yo era una vieja y que ellas tenían más aguante…pero igual me pajee pensando en Laura, tirada en su cama, deshecha de goce después de ver a esas dos putitas.

El viernes yo le mande un video. El mío era de dos hembras de mi edad, también una rubia y una morocha, vestidas con tanga, medias largas de red y bien maquilladas, que acababan bañadas en sudor y con la piel roja por la fricción, completamente exhaustas, sin tangas y con las medias por los tobillos. Dos hembras magníficas que se habían acabado hasta quedar plenamente satisfechas.
“Yo acabo así, siempre”, le mentí en mi mensaje.
El sábado a la noche llegó el último vídeo: una joven y una madura empezaban un muy sensual duelo de cuerpos para terminar luchando como animales desenfrenados.

El domingo el timbre sonó 9,55 hs y yo le abrí con igual avidez. Cuando entró, nos quedamos mirándonos unos instantes. La expresión de su cara me conmovió. Era una mezcla de anhelo y desafío, de súplica y de enojo.

– Sos hermosa…pendeja – no pude evitar decirle, y sentí que con eso ya había perdido.

Por toda contestación, se quitó la campera y me mostró la musculosa  blanca, con la leyenda “I Love Wrestling!”. Así la había visto la primera vez

– ¿Que querés que hagamos?
– Quiero empezar en la cama, me dijo, mientras se sacaba los pantalones y las zapatillas, quedando con una tanga negra
– ¿te gusto? Me preguntó, mientras me miraba fijamente, sacando pecho. Los pezones se marcaban en la musculosa
– Sabes que si, ¿porque preguntas?
– Quiero ver más de vos… mostrame más…su voz era un gemido urgente
– La imité y quedé en tanga, también negra. No era casualidad, habíamos quedado así.

Las aletas de la nariz se le abrieron. Me miraba como si nunca me hubiera visto semidesnuda, como si fuera nuestra primera vez.

– ¿vamos a la cama? Pareció suplicarme.

Me frenó con un gesto cuando me le iba a acercar

– En tetas, pero dejémonos las tangas…

La miré extrañada.
– Si nos agarramos concha a concha no duramos un minuto…no quiero
– ¿Y si yo quiero?
– Me vas a tener que sacar la tanga…si podés

Me le fui encima y empezamos a forcejear, pero enseguida nos soltamos, calientes y frustradas. Era como que no sabíamos cómo empezar.

Tras un rato de mirarnos con ganas y rabia en partes iguales, le dije:
– Querés ir a la cama?…Ok, pero sin tanga, lo hacemos en pelo o te vas a la mierda.
– Ok, en pelo, pero vas a acabar en un segundo, como siempre…
– Vos tenés terror de acabar en un segundo…
– Ah, si? ¿ves? – y se quitó la tanga, dejando a la vista una mata de pelos rubios, oscurecidos por la humedad
– Estoy mojada porque soy una hembra joven, pero voy a acabar cuando yo quiera.

Me dolían los pezones y mis tetas parecían explotar. El aire las excitaba. Me saqué la tanga despacio, para mostrarle mi humedad.

– Nos encamamos, entonces? Y me fui para la habitación. Cuando ella vio la enorme cama con sábanas de raso negro, su cara enrojeció de placer. Fue a uno de los lados y acarició la sábana, mientras me miraba fijamente.

Había gastado un dineral en las mejores sábanas que encontré, pero quería que fuera perfecto.
Me arrodille del otro lado de la cama, gatee hasta el centro y me erguí con las piernas entreabiertas y las tetas en posición de fuego. Silvia me imitó y quedamos nariz a nariz, pezones a pezones, apenas rozándonos.

– Que tenés pensado?. Su aliento era caliente y delicioso.

La abracé y rodamos brevemente, buscando encajar los cuerpos, entrelazando las piernas para que el muslo derecho de cada una alcance a tocar la empapada vulva de la otra, buscando llegar al clítoris.
En tácito acuerdo ninguna buscó imponerse y quedamos tendidas de costado.

Así empezamos a jugar con las pelvis, mientras rozábamos y apretábamos las tetas, abrazadas, sintiendo un delicioso fuego en entrepierna, una sensación exquisita que se irradiaba a las piernas y al estómago y llegaba a los pechos y ese era el momento de cesar abajo y atacarse con los pezones para que el fuego explote en los pechos y baje a las conchas y entonces, las tetas firmaban una breve tregua y la lucha recomenzaba abajo.
Sé que teníamos con los ojos entrecerrados e imagino el contraste de nuestros cuerpos con las sábanas negras.

Pensaba en Dios y en el paraíso mientras lo hacíamos. En realidad, era una sensación de paraíso, no sé cómo explicarlo.
A dúo, nuestros gemidos nos descargaban. Las bocas estaban tan cerca que solo podíamos dejar de besarnos y chuparnos para gemir y solo dejábamos de gemir para gritar de placer y solo dejábamos de gritar para besarnos.
En la zona de las tetas era ardor, sudor y placer.
En la zona baja era el infierno y en cualquier momento nos precipitábamos al orgasmo.

“ No quiero acabar nunca” , me decía Laura, entre gemidos. “Yo tampoco”, contestaba

– Más
– Siii
– Dame
– Más así así
– Dale dale

Los orgasmos explotaron con una ráfaga de espasmos que nos arqueó y nos contrajo una y otra vez hasta acabar abrazadas jadeantes y temblando.
Nos calmamos con besos y caricias, locas de amor, felices una en la otra.

Paso un buen rato hasta que nos soltamos y quedamos boca arriba.
Cerré los ojos y me quedé dormida mientras me acariciaba las tetas y la concha.
Desperté con sed y ganas de orinar. Laura se estaba acostando.

– Fui al baño ¿te desperté? Pero su expresión no era de pesar por haberme despertado – ¿querés hacer un rápido?
– ¿un qué?
– Lo mismo que hicimos, pero sin cuidarnos-
– Ya vengo –  Fui al baño, alivie mi vejiga, me lavé la cara y después hice una parada en la cocina para tomar jugo y sacar un champán de la heladera.

Volví al dormitorio y dejé la botella en una mesa de luz
– Tiene que ser muy rápido…No me gusta el champán tibio

Rodamos en la cama concha a concha, nos acomodamos en tijera, tiradas de costado y frotamos tan fuerte los muslos contra los labios que el orgasmo nos golpeó en segundos.
Después tomamos el champán de la botella, porque con el apuro olvidé llevar las copas.

Una botella llevo a otra botella, acompañada de algo de comida. Nos mantuvimos desnudas, en la cama y sin lavarnos.

– No te duele la concha? Le dije en un momento
– Un poco, ¿a vos?
– También, un poco…Estuvo un poco demasiado la última vez
– Si vos me masajeas ahí, yo te lo hago a vos
– Arrodilladas frente a frente
– Si, así, abrimos las piernitas…
– Y hacemos…

Mejilla a mejilla y con el mentón descansando en el hombro de la otra, bien juntas las tetas, nuestras manos derechas bajaron a auxiliar conchas doloridas y acariciaron y no tardaron en hurgar por el contorno de los húmedos labios, rozar los sensibles clítoris, tironear cautelosamente los pelitos, probando cuanto placer u dolor causaban.

Los dedos, indecisos y ansiosos, exploraban, sin animarse a pasar al siguiente nivel
– ¿Nos cogemos? Pregunté
– Si, por favor…

Primero el medio, luego el índice y finalmente el anular. Apenas las puntas entraban y salían, pero cada embate era un poco más profundo, un poco más fuerte, hasta alcanzar un ritmo que semejaba un trote y acabar como dos poseídas que parecían apuñalarse mutuamente, gimiendo y gruñendo como animales hasta colapsar y derrumbarnos en la cama, atravesadas, partidas, clavadas… Insultando y diciendo dios mío dios mío…

Pareció una eternidad el tiempo en que quedamos acostadas, acariciándonos apenas, suspirando y escuchando el latido de nuestros cuerpos, vivos, fuertes, plenos…

Cuando Laura me miró supe lo que iba a decir:

– Quiero besarla y lamerla
– Yo también quiero hacértelo
– Me la vas a entregar?
– Si vos me la entregas a mi…Soy tuya si sos mía…
– Muero por entrarte…Al máximo

Me acomodé en la cama, mi cara cerca de su pelvis y abrí las piernas, ofreciéndome. Ella correspondió y me ofrendo su concha para que viera su humedad y aspirara su aroma. Me llené de ese olor y encaje mi cara entre sus muslos mientras sentía sus labios besándome en mi concha y yo también besé y recorrí con la punta de la lengua toda su vulva, abrazándonos por las nalgas y rodando lentamente a un lado y otro del lecho.

Nuestras lenguas limpiaron y curaron la concha deseada, pidiendo perdón por nuestro anterior encuentro, cuando terminamos violándonos, furiosas e impotentes porque ninguna quiso entregarse a la otra.

Ahora nos comíamos gozosas y las lenguas entraban y salían y lamian y volvían a entrar, rozando y chupando.

Podía sentir el inicio de los espasmos en su vientre, preludio del desborde y entonces salía y besaba la cara interna de sus muslos y nos gemíamos amor con palabras sueltas

– Si.. Hermoso
– Te quiero
– Más
– Dios que lindo
– Mmm
– Amor amor
– Bebeamor
– Ahhhsiii
– Porfavor más
– Si
– Más
– Amoor

El ataque final desencadenó una serie de orgasmos que recibimos abrazadas, aferradas a las nalgas de la otra, contorsionándonos y luchando para que la ola del placer no nos separara.
Soportamos el tsunami juntas, enterradas una en la otra.

Nos soltamos después de un largo rato. Después supe que era de madrugada, cuando compartimos una larga ducha.
El efecto relajante del agua nos mostró lo cansadas que estábamos.
Volvimos la cama y dormimos abrazadas sobre las sábanas manchadas de transpiración y jugos de hembras que ahora estaban en paz.

(c) Tauro, abril de 2018

Deja un comentario